Hace ya algo más de 20 años, cuando aún estaba en el colegio, fuimos por primera vez de retiros espirituales con todos mis compañeros. Allí, nos repartieron en grupos y nos asignaron habitaciones, con unas 8 camas cada una. A la mañana siguiente nos levantamos y tendimos nuestras camas… Y para algunos de mis compañeros fue motivo de risa darse cuenta que uno de nosotros no tenía la más remota idea de cómo hacerlo.

Yo no puedo decir que sea el más experto en las labores de la casa: Fui criado por tres mujeres que me trataban como el único hombre de la casa, y en muchos casos hacían buena parte de las tareas de la casa por mí. No fue hasta que mi mamá se casó nuevamente -cuando yo tenía unos 9 años -que tuve que comenzar a hacer algunas de las cosas de la casa. Cosas sencillas como tender la cama los fines de semana, lavar la loza de vez en cuando o restregar las medias cuando las curtía. Sin embargo, la mayoría de las tareas del hogar estuvieron siempre en otras manos.
En el servicio militar las cosas cambiaron. Allí no sólo tuve que tender mi cama todos los días, sino también ayudar a barrer y trapear la escuela, también todos los días. Incluso, hubo tareas que tuve que hacer que nunca en la vida había hecho, como echar azadón, pica y pala. Y aunque es una época de mi vida que no recuerdo con un cariño muy particular, sí debo reconocer que me ayudó a forjar parte de la persona que soy hoy.

Obviamente, faltaba bastante en ciertos campos, como la cocina. Recuerdo alguna vez que fuimos de paseo a la finca de mi amigo Pinzas con otros amigos (Como Himura y tu tía Krystel), y quedé encargado de la tarea de hacer unos huevos. Por suerte, Himura se dió cuenta justo antes que se pegaran y pudo liberarlos de ser atrapados. Algo similar ocurrió cuando me pusieron a pelar papas… Esas pobres papas quedaron siendo una quinta parte de lo que eran.
El matrimonio con tu mamá me ha servido bastante, básicamente porque he tenido que tomar las riendas de mis propias cosas, y porque desde el principio quedamos en que tu mamá no correría a resolver mis problemas, sino que me dejaría aprender por mí mismo. Y sí, a veces cometo mis errores, pero siempre me he caracterizado por aprender rápidamente, y por no dejarme vencer fácilmente.

Sin embargo, siento que para la familia de tu mamá, particularmente, quedó el estigma de que soy algo así como un “gomelito” al que no se le puede asignar ninguna tarea del hogar bien sea porque no le gusta o porque no la sabe hacer. Eso, sumado a las bromas socarronas que de vez en cuando escucho cuando efectivamente me dejan hacer algo, se ha convertido en una situación frustrante y molesta.
Y mientras yo tengo claro que pasarán años para que confíen en mí en estos aspectos -o quizás nunca lo logre -, también sé que es importante que tú aprendas a desenvolverte con las tareas básicas de la casa; no vaya y sea que a futuro también terminen tratándote como un inútil.

Te quiere,
Papá